INFORMALIDAD

Brasil: repartidores de apps informan que las condiciones laborales están empeorando

Los trabajadores afirman que no se han cumplido las demandas de la huelga del 2020 y que las tarifas son aún más bajas

Traducción: Isabela Gaia

Brasil de Fato | São Paulo |
“Aunque nuestras cabezas piensan distinto, la herida es universal. Los fleteros estamos todos heridos", dijo el repartidor - Foto: Rovena Rosa/Agência Brasil

Sobreexplotados y expuestos a la COVID-19, los repartidores de aplicaciones enfrentan condiciones laborales aún más precarias que en la primera ola de la pandemia en Brasil. La huelga sin precedentes realizada por el gremio en el país, en junio de 2020, no cambió el modus operandi de las empresas.

“Hicimos el paro y los tipos no cedieron a nada. Las tarifas están empeorando cada vez más. Es peor de lo que ya era. Solo sigue quien no tiene otra opción. El valor de la gasolina sube, pero el de las tarifas no”, criticó Simões*, quien realiza entregas en Niterói (Rio de Janeiro) y es mensajero desde hace más de 15 años.

En medio de la crisis socioeconómica y tasas de desempleo nunca antes registradas, el número de repartidores en las plataformas ha aumentado considerablemente en Brasil, consolidando la informalidad como la única alternativa de supervivencia.

No hay datos oficiales sobre cuántos mensajeros están registrados en las aplicaciones. Solo iFood tiene 160 mil repartidores activos en su plataforma, según la información enviada al equipo de reportaje por la empresa, una de las principales del sector.

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La gran cantidad de mensajeros en las calles esperando una llamada y la consecuente disminución de pedidos, ya que hay más mano de obra disponible, es evidente para quienes transitan todos los días por las calles de las ciudades.

Altemício Nascimento, de 53 años, también participó en las movilizaciones del año pasado y dice que las empresas no quieren abrir un diálogo con los repartidores.

“No pagan, no mejoran las tarifas y llenan las plataformas durante la ‘fase violeta’ [periodo de emergencia determinado por algunos gobiernos estaduales brasileños con medidas restrictivas de circulación]. Pasas por la calle y ves a 10, 20, 30 motos esperando un pedido. Es difícil trabajar”, informó el repartidor, quien también desaprueba el valor que les asignan por el kilómetro recorrido.

Una mayor remuneración por la tarifa mínima de entrega y el pago estandarizado por kilometraje fueron las principales demandas del movimiento conocido como #BrequedosApps (freno de las apps, en traducción libre), cuyas demandas no han sido satisfechas todavía.

“Bajaron el valor aún más. Estamos trabajando a un promedio de 0,85 real [0,15 USD] por km, lo cual es muy poco. Y la gasolina cuesta casi 6 reales el litro. No se puede hacer una entrega a 13 km por 10 reales. Es imposible. No nos han hecho un reajuste desde que se abrió la plataforma. Todo lo pagamos nosotros: almuerzo, gasolina...”, dijo Nascimento.

Además de la precaria remuneración, los repartidores señalan que continúan ocurriendo bloqueos arbitrarios y que el material de protección contra la COVID-19 brindado por las plataformas es escaso.

Infectados e indefensos

Luego de la gran repercusión que tuvo la huelga, las empresas acudieron al público para asegurar que garantizarían medidas de protección para sus repartidores, incluidos fondos para ayudar a quienes se contagiaron con COVID-19.

Sin embargo, en diciembre del año pasado, Nascimento confirmó lo que ya había imaginado: las cosas no son como se anuncian. Al pasar gran parte de su tiempo en la calle, haciendo entregas para las apps Loggi, UberEats, Rappi y Lala Move, el repartidor manifestaba todos los síntomas de COVID-19.

"Es muy raro. Uno no siente el gusto de nada. Sentía dolor en todo el cuerpo. Incluso después de haber mejorado, todavía tengo un dolor de espalda muy fuerte. A veces ni siquiera puedo caminar derecho. Todavía siento un feo sabor a cloro en la boca”, dijo el repartidor.

Al buscar el servicio de salud y dar positivo de coronavirus, permaneció tres días en el Hospital Municipal de Campo Limpo, en São Paulo. Cuando la unidad llegó a su capacidad máxima, fue enviado a casa, donde completó su cuarentena. Luego, buscó asistencia en la red privada a través de un plan médico.

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Si bien podía comprobar que se había sido contaminado, al buscar la ayuda de las empresas dueñas de las aplicaciones no obtuvo la respuesta esperada.

“Hice el PCR, se lo envié a Rappi y casi un mes después me dieron 150 reales [27 USD]. Envié el informe médico, todo como corresponde. Ninguno de ellos me ayudó en absoluto. Solo Rappi me envió ese monto y eso que había gastado mucho dinero”, lamentó Nascimento.

Brasil de Fato buscó las aplicaciones para conocer más detalles de cuántos trabajadores han sido infectados hasta la fecha y cómo se les ha ayudado.

Rappi optó por no comentar específicamente sobre el caso de Nascimento, además de no responder a las consultas respecto al número de trabajadores infectados, cómo se viene monitoreando el contagio o el valor asignado a la asistencia al personal de reparto.

La empresa informó solamente que, para recibir alguna asistencia, el repartidor debe presentar un certificado médico y/o test positivo para COVID-19. “A partir de la confirmación, recibirá el beneficio por un periodo de 15 días, hasta que cumpla con la cuarentena, según la recomendación médica", dice el texto.

iFood, por su parte, afirmó que ha destinado aproximadamente 100 millones de reales a iniciativas de protección y apoyo a los repartidores y a la distribución de más de 3 millones de artículos de protección, además de 30 reales mensuales para la compra de materiales para quienes no puedan retirar el kit disponible en los puntos de apoyo.

Se han creado dos fondos específicamente para trabajadores enfermos o miembros del grupo de riesgo. Según la empresa, todos los repartidores que trabajan en la plataforma pueden habilitar la ayuda y el pago de los fondos corresponde a los ingresos medios del repartidor en la aplicación de los últimos 3 meses.

iFood, sin embargo, tampoco respondió cuántos de sus repartidores registrados tuvieron acceso a la ayuda, cuántas posibles muertes se registraron y cómo se realiza el monitoreo.

En cuanto a la remuneración general, iFood afirma que los valores pagados "tienen en cuenta factores como, por ejemplo, la retirada del pedido en el restaurante, la distancia recorrida, la entrega al cliente, la ciudad, el día de la semana y el modal utilizado".

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Loggi, por su parte, optó por no responder a las preguntas enviadas  y UberEats no contestó el pedido del equipo de reportaje.

Aunque las posiciones oficiales señalan que existe una estructura de apoyo, Simões contraargumenta que la realidad que experimentan los repartidores es diferente. Sin opciones, se enfrenta al miedo constante de contagio al cruzar el puente Rio-Niterói todos los días.

El objetivo al empezar su día laboral más temprano, aunque así gaste más combustible, es tratar de obtener la mitad del valor que solía recibir.

“Todo esto nos deja desmotivados. Uno sufre un accidente, el otro se enferma y no consigue ayuda, los repartos empezaron a disminuir… Si no salgo a trabajar, voy a pasar hambre. No tengo condiciones, no tengo ingresos, no tengo dinero en la cuenta. ¿Cómo voy a pagar el alquiler? Tengo tres hijos, tengo a mi esposa. Si no trabajo, se acabó. Desafortunadamente, estamos sujetos al contagio”.


Además de la precaria remuneración, los repartidores señalan que continúan ocurriendo bloqueos arbitrarios / Roberto Parizotti /Fotos Publicas

Respuestas urgentes

En una entrevista con Brasil de Fato, el  jurista Jorge Luiz Souto Maior, juez del Tribunal Regional de Trabajo de la 15ª Región y profesor de Derecho Laboral de la Facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo (USP), afirmó que la formalización de las relaciones laborales para los repartidores y conductores de aplicaciones debe ser una prioridad del gobierno.

“Son personas que arriesgan su propia vida, ganan muy poco, trabajan intensamente, en una lógica cada vez más precaria y competitiva entre sí. La sociedad brasileña se enfrenta al caos. Empezaremos a solucionar nuestros problemas formalizando el trabajo de estas personas”, dijo, defendiendo la limitación de la jornada laboral, el derecho al descanso y las vacaciones pagadas.

El juez considera que el discurso presentado por las empresas -que dice que los repartidores trabajan de forma autónoma y gestionan su propio tiempo- sirve para vender la precariedad como “libertad de trabajo” y esconde jornadas y condiciones análogas a la esclavitud.

“La libertad de vender horas de trabajo durante 18 horas no es libertad. Es esclavitud. Esto es solo un discurso de libertad”, señaló.

Para Carlos Rasta, que realiza entregas en bicicleta en Río de Janeiro, lo que ofrecen las plataformas a los repartidores en Brasil está lejos de ser ideal.

“Habrá protección cuando todas las empresas de aplicaciones se regularicen para funcionar correctamente en este país”, defendió el integrante del grupo Repartidores Antifascistas.

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Rasta cree que el primer desafío para fortalecer la movilización de este gremio es que la mayoría de los repartidores se convenzan de que la legislación laboral específica es una demanda legítima.

“El segundo desafío es convencer al Estado de que este mercado necesita tener más responsabilidad social con los repartidores. Algo que no pasa. Se gastan millones en publicidad para mentir a la opinión pública”, criticó.

Al ser un movimiento amplio, que aglutina varios perfiles, y ante la ausencia de una entidad representativa consolidada, los repartidores se enfrentan a desacuerdos internos sobre las agendas defendidas. Formalizar la relación laboral, por ejemplo, no es una demanda unánime.

Aun así, la unión sin precedentes de este gremio debe continuar frente a la precariedad que afecta a todos, como proyecta Simões: “Estamos juntos en esta actividad. Aunque nuestras cabezas piensan distinto, la herida es universal. Los fleteros estamos todos heridos.”

*La fuente prefirió no ser identificada por su nombre completo por temor a represalias.

Edición: Poliana Dallabrida